Si eres un amante del cannabis, es fundamental saber cómo almacenar el dry hash y, al mismo tiempo, identificar su calidad para garantizar una experiencia óptima.
Tienes que tener en cuenta que, por fuera, debería ser de un color marrón oscuro, casi negro. Esto es debido a la oxidación: los tricomas que forman el dry hash se degradan con la exposición al oxígeno y, como resultado, se van oscureciendo.
No obstante, en la parte interna, que no está expuesta al aire, debería tener un color mucho más ocre, dorado o incluso un poco ámbar. El olor puede variar desde un tono más dulce hasta uno más incensado, pero siempre debe ser sofisticado y de calidad.
Si al olerlo percibes un aroma rancio, es posible que esté cortado con algo de baja calidad.
Si huele a humedad o a tierra, es una mala señal, ya que podría tener hongos.
Además, el olor excesivo a pino, también es un mal indicio; en ese caso, podría contener una sustancia llamada cementina. Por el contrario, si no huele casi nada, probablemente sea muy viejo y haya perdido propiedades.
Es importante saber que la textura del dry cambia con la temperatura. Cuando está por debajo de los 20 grados, suele estar bastante duro. A medida que sube la temperatura, hasta llegar alrededor de los 38-40 grados, se vuelve más arenoso y se deshace, incluso mostrando una textura algo pegajosa.
Además, si notas restos de material vegetal o la textura es demasiado dura o, al contrario, esponjosa y con tonalidades algo verdes, seguramente no sea de buena calidad.
Por último, los efectos del hachís deben ser sofisticados y agradables, produciendo una sensación de relajación y apertura mental. Nunca deben dejarnos atontados, mareados o con dolor de cabeza.
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